Comentario
Cómo vinieron al puerto de la Veracruz doce frailes franciscos de muy santa vida, y venía por su vicario y guardián fray Martín de Valencia, y era tan buen religioso, que hubo fama que hacía milagros; y era natural de una villa de Tierra de Campo que se dice Valencia de Don Juan, y lo que Cortés hizo en su venida
Como ya he dicho en los capítulos pasados que sobre ello hablan, habíamos escrito a su majestad suplicándole nos enviase religiosos franciscos de buena y santa vida para que nos ayudasen a la conversión y santa doctrina de los naturales desta tierra para que se volviesen cristianos, y les predicasen nuestra santa fe, como se la dábamos a entender desde que entramos en la Nueva-España, y sobre ello había escrito Cortés, juntamente con todos nosotros los conquistadores que ganamos la Nueva-España, a don fray Francisco de los ángeles, que era general de los franciscos, que después fue cardenal, para que nos hiciese mercedes que fuesen los religiosos que enviase de santa vida, para que nuestra santa fe siempre fuese ensalzada; y los naturales destas tierras conociesen lo que les decíamos cuando estábamos batallando con ellos y les decíamos que su majestad enviaría religiosos, y de mucha mejor vida que nosotros éramos, para que les diesen a entender los razonamientos y predicaciones de nuestra fe. Dejemos esto, y digamos cómo el general don fray Francisco de los ángeles nos hizo merced que luego envió los religiosos que dicho tengo; y entonces vino con ellos fray Toribio Motolinia, y pusiéronle este nombre de Motolinia los caciques y señores de México, que quiere decir el fraile pobre, porque cuanto le daban por Dios lo daba a los indios, y se quedaba algunas veces sin comer, y traía unos hábitos muy rotos y andaba descalzo, y siempre les predicaba, y los indios le querían mucho, porque era una santa persona. Volvamos a nuestra relación. Como Cortés supo que estaban en el puerto de la Veracruz, mandó en todos los pueblos, así de indios como donde vivían españoles, que por donde viniesen les barriesen los caminos, y adonde posasen les hiciesen ranchos si fuese en el campo, y en población, cuando llegasen a las villas o pueblos de indios, les saliesen a recibir y les repicasen las campanas, y que todos comúnmente, después de los haber recibido, les hiciesen mucho acato; y que los naturales llevasen candelas de cera encendidas y con las cruces que hubiese, y por más humildad, y porque los indios lo viesen, para que tomasen ejemplo, mandó a los españoles se hincasen de rodillas a besarles las manos y hábitos, y aun les envió Cortés al camino mucho refresco y les escribió muy amorosamente. Y viniendo por su camino, ya que llegaban cerca de México, el mismo Cortés, acompañado de nuestros valerosos capitanes y esforzados soldados, los salimos a recibir, y juntamente fueron con nosotros Guatemuz, el señor de México, con todos los demás principales mexicanos y otros muchos caciques de otras ciudades; y cuando Cortés supo que allegaban cerca, se apeó del caballo, y todos nosotros juntamente con él: e ya que nos encontramos con los reverendos religiosos, el primero que se arrodilló delante del fray Martín de Valencia y le fue a besar las manos fue Cortés, y no lo consintió, y le besó los hábitos y a todos los demás religiosos, y así hicimos todos los demás capitanes y soldados que allí íbamos, y el Guatemuz y los señores de México; y de que el Guatemuz y los demás caciques vieron ir a Cortés de rodillas a besarle las manos, espantáronse en gran manera; y como vieron a los frailes descalzos y flacos, y los hábitos rotos, y no llevar caballo, sino a pie y muy amarillos, y ver a Cortés, que le tenían por ídolo o cosa como sus dioses, así arrodillado delante dellos; desde entonces tomaron ejemplo todos los indios, que cuando ahora vienen religiosos les hacen aquellos recibimientos y acatos, según y de la manera que dicho tengo; y más digo, que cuando Cortés con aquellos religiosos hablaba, que siempre tenía la gorra en la mano quitada y en todo les tenía grande acato y ciertamente estos buenos religiosos franciscos hicieron mucho fruto en toda la Nueva-España. Dejémoslos en buena hora y digamos de otra materia, y es, que de ahí a tres años y medio, o poco tiempo más adelante, vinieron doce frailes dominicos, e venía por provincial o por prior dellos un religioso que se decía fray Tomás Ortiz; era vizcaíno, e decían que había estado por prior o provincial en unas tierras que se dice la Punta del Drago; e quiso Dios que cuando vinieron les dio dolencia de mal de modorra, de que todos los más murieron; lo cual diré adelante, e cómo e cuándo e con quién vinieron, e la condición que decían que tenía el prior, e otras cosas que pasaron; e después han venido otros muchos y buenos religiosos y de santa vida, y de la misma orden de señor santo Domingo, en ejemplo muy santos, e han industriado a los naturales destas provincias de Guatemala en nuestra santa fe muy bien, e han sido muy provechosos para todos. Quiero dejar esta materia de los religiosos, e diré que, como Cortés siempre temía que en Castilla, por parte del obispo de Burgos, se juntarían los procuradores de Diego Velázquez, gobernador de Cuba, e dirían mal de él delante del emperador nuestro señor, e como tuvo nueva cierta, por cartas que le escribió su padre Martín Cortés o Diego de Ordás, que le trataban casamiento con la señora doña Juana de Zúñiga, sobrina del duque de Béjar, don álvaro de Zúñiga, procuró de enviar todos los más pesos que podía allegar, así de sus tributos como de los que le presentaban los caciques de toda la tierra, lo uno para que conociese el duque de Béjar sus grandes riquezas, juntamente con sus heroicos hechos e hazañas; e lo más principal, para que su majestad le favoreciese e hiciese mercedes; y entonces le envió treinta mil pesos, e con ellos escribió a su majestad; lo cual diré adelante.